Una hoz me acechó la pasada noche.
Paralizado por sensaciones fúnebres aulló mi miedo aterido.
Perturbada mí emoción variable vaciló sobre los acantilados,
Correteó por las finitas cavidades de mis temores,
Blasonando en su otro puño banderas tejidas en submundos.
Alevosamente intimidó los resquicios de cualquier raciocinio
Convirtiendo todo reflexionar en mazmorras de tortura
Moradas en aquellos momentos por opacos rostros de silencios,
Mudas cuadrículas abandonadas a la intemperie…
Pude ver a Anubis, chacal oscuro y solitario,
En ceremonia embalsamadora acariciarme con sus uñas,
Fijando su mirada de odisea nebulosa frente a la mía
Ya levitante, perdida en espacio-tiempo.
En aquellos instantes…
Todo transcurre sobre lentos compases,
Anhelas inciertos porvenires,
Maldices decisiones,
Injurias el vertedero de minutos,
Lamentas -incrédulo- haber acariciado la muerte en vida,
Haberla consumado sin haberla vivido,
Haber caminado peligrosamente sobre las agujas del tiempo inalterable.
Tras ser arrastrado por las olas del tiempo…
Todo pasaría cual tren de la vida,
Se diluiría a la mañana siguiente.
El vapor oscuro de la incertidumbre desertó.
Observándome de reojo pude oír escamadas carcajadas.
Lo sé, me dejó por otra alma, por otro cuerpo,
Para otro momento, aguardando venideras circunstancias,
Bajo los designios del tiempo que gobierna a cada uno.
Un gran Rafael Alberti me observó en mi vigilia
Sabio, curtido, paciente...
He ahí el punto donde el destino vinculó
Su poesía y mi pávido miedo a las segaderas inesperadas.
Un navegar atado en que la muerte,
Aunque tú no la ves, lleva el timón.
Capitán de los vientos sin rumbo de la noche.
Aunque de pronto logras en el día
Ser sólo el timonel de tu destino.
Amanece y me creo
Que por primera vez he amanecido."