Cuando la Tierra era un lugar indomeñable y los homínidos no se habían convertido en la especie dominadora, capaz de transformar a su antojo la fisonomía del planeta, cuando el hombre aún no era cazador y sí cazado, ¿cómo era el paisaje que se ofrecía a su vista? Probablemente muy cercano al de los días posteriores a la Creación, por buscar una forma poética de expresarlo y, suponiendo que la Creación aconteciese como un momento preciso en la historia del tiempo y del espacio, una especie de súbito Big Bang generador de belleza. Hoy, para nuestra desdicha, muy pocos son los espacios naturales donde alcanzamos a contemplar un entorno semejante a como pudo ser el de los albores de la vida, muchos miles de siglos atrás. Pero uno de ellos muy bien podría ser el Parque del Serengeti.
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