viernes, 24 de septiembre de 2010

- En Virtud de la amistad -


No recuerdo de manera exacta cuando se produjo nuestra primera toma de contacto.

No sé si los primeros días se gestaron bajo un imperante sol mediterráneo,

Si sometidos a las viles humedades invernales,

Si, de otra manera, empezó todo sumergidos en un adulterado aire polínico de primavera,

O si fue en estaciones en las que caía el día como las hojas de los plataneros de nuestra pequeña ciudad palmesana.

Sí saboreo el recuerdo fulgurante del compartir en plena efervescencia la riqueza de una adolescencia que resiste abandonar el caparazón de nuestras virtudes. ¡¡Bendito ímpetu jovial yace imperecedero en nosotros!!.

Sea como fuere… ¡¡superfluo dato era en la estación que pudiéramos encontrarnos!!.

…El clima fue perfecto, vago de adversidades existenciales.

Grandes similitudes tenía aquel vislumbrado horizonte con la majestuosa explosión de cualquier elemento de la vida terrena.

El aire, cual complicidad penetrante, peinaba los riscos de las copas de los árboles en aquel gran día de nuestro génesis.

Asomaba, en sus primeros instantes de vida, aquel pequeño vástago. Germinaba incesantemente alimentado por los rayos y el calor de nuestros principios y valores, de nuestros espíritus insolubles. Brotaba fuerte, tierno… en gozo constante se erguía el minúsculo brote de un puro verde color de vida .

¡¡Ni en aquellas cúspides tan altas y contemplativas había visto el hombre nacer tal caudaloso río salvaje!!.

Era fértil y transparente, una ofrenda divina del ecosistema y bajaba serpenteante de entre aquellos cipreses oradores al techo terráqueo el cual, fisgón, se regocijaba ante nosotros.

Basculaban meciéndose en nuestros días puras y gratificantes sonrisas mojadas por la brisa de una afinidad cada vez más determinante, las mismas que, a su vez eludían tenazmente infortunios perecederos.

Volaban nuestras almas en camino incierto, pero paralelamente en el magnetismo especial de la inocencia forjada en nuestras raíces.

¡¡ Ni el ciclo lunar daba crédito de ello!!.

El gran astro rey aparecía y desaparecía.
La dama lunar se llenaba y se vaciaba
El algodón terráqueo volcaba sobre nosotros sus mansas o enfurecidas lluvias
Los árboles se calzaban y descalzaban
Y las gotas de rocío se escurrían y evaporaban sobre las hojas

Caían los días como las estaciones
Pero los violines de Vivaldi seguían custodiando el trepar de la hermandad de nuestros seres.

Hoy, más que nunca, puedo correr las cortinas de mis ojos, abrir ventanales en mi mente y revivir todas nuestras aventurazas amigo mío,
Soñar con nuestro destino paralelo y levitar, libre pero en tu compañía cualquier vereda pase o no Othar, caballo de Atila.

¡¡Sigue acompañándome en esta bienaventuranza, seré tu incondicional escudero, ningún molino burlón podrá reírse de nosotros!!.

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"Lo peor de las malas personas es que nos obligan a dudar de las buenas"