jueves, 9 de octubre de 2008

- Great White I -

Me fascina el mundo animal desde que me crucé con el primer ser vivo. Todo ello no sólo por considerarlo exteriormente hermoso y cautivador, si no también por sus hábitos, sus prácticas, su adaptación evolutiva a su hábitat, por la inteligencia particular de cada especie, por su círculo social, por su variante sistema de reproducción según el género que correspondan, por sus métodos de defensa ante los peligros a los cuales están sometidos cada uno de ellos bajo el propio zenit terráqueo, etc. Por eso y mucho más, amo toda esta sociedad ajena del humano, cuan sabiduría es capaz de percibir uno con tan sólo observarlos.

Los tiburones nunca fueron una excepción. Esa gran familia de escualos que desde pequeños nos han metido el miedo en el cuerpo, en películas, leyendas o quizás también a través de algún que otro capítulo de la historia que han propiciado que el gran tiburón blanco adquiriese el seudónimo de Devorador de hombres, apodo deleznablemente injusto según afirman fuentes de investigación y protección sobre esta especie.

La película Tiburón, film de incuestionable éxito en la gran pantalla a mediados de la década de los setenta, originó una oscura leyenda sobre estos ejemplares, acción que sirvió para su desmesurada e incontrolada caza del hombre hacia el animal, no como negocio lucrativo, si no simplemente por alardear de su captura. En épocas pasadas, se escribieron algunas de las prácticas producidas en navíos esclavistas donde, al fallecer uno de éstos era lanzado por popa. Los tiburones, seres avispados, identificaban automáticamente el casco de la nave y quedaban a merced del menú del día. Esa teoría no está tan clara pues, los seres humanos, no formamos parte de su dieta gastronómica. El humano carece de la grasa o nutrientes suficientes que son necesarios para el escualo, es más, puede producirle problemas digestivos de menor grado. Normalmente el ataque del tiburón al hombre consta de un sólo mordisco que se produce por confusión no llegando así a devorar a la víctima. Por regla general, las victimas de nuestra especie pueden contarlo; los que no pueden que haya muerto desangrados del primer ataque “de prueba”.

En el mundo animal toda especie está al amparo del peligro de caer en las zarpas de un depredador mayor pero el tiburón blanco podría ser una excepción, o por lo menos el tiburón blanco adulto el cual puede llegar a alcanzar una longitud máxima de once metros aproximadamente. Un gran tiburón blanco puede llegar a alimentarse de otro de un grado inferior e incluso, los tiburones jóvenes, pueden caer bajo las mandíbulas de las Orcas, grandes máquinas depredadoras de mares y océanos.

La sociedad de estos escualos no es tan conocida como se desearía. La dificultad de los estudios de los mismos es la causa del desconocimiento de algunas de sus facetas como bien podría ser la de su reproducción. Nunca han sido filmados en época de apareamiento pero se intuye con seguridad que debe ser de características de lo más violentas. Se ha demostrado que, su comunidad se rige por rangos, a más tamaño más grande será su jerarquía dentro del grupo y si sobre la superficie ondea una presa muerta o mal herida sin dueño, se lleva a cabo un comparativo consistente en nadar simétricamente uno al lado de otro mostrando así quién de los candidatos es de mayor tamaño y por consiguiente va a ser el que se lleve el gato al agua y se quede con la presa herida o carroña (de esta última no es muy común que se alimenten).

Quizás, aparte de su eminente cuerpo, sus mandíbulas y dientes son lo que más llama la atención a uno (sin olvidar, claro está, su temida aleta dorsal). Sus mandíbulas pueden ejercer una fuerza 300 veces mayor que la de un ser humano. En ellas poseen dos filas de dientes (como bien podemos observar en la ilustración gráfica de la izquierda) de tal manera que, en el caso de perder alguno de ellos es sustituido por el de segunda fila. Los dientes de abajo se encargan de capturar a la presa, podríamos decir que desempeñaría la función de tenedor, mientras los de arriba cortan y desgarran como un cuchillo.

Un mundo de singularidades son las que ostenta este nómada oceánico protegido hoy por hoy en muchos de sus lugares de peregrinaje. De nuevo una clara muestra de la inteligencia de la naturaleza la cual compone y descompone con su máxima sabiduría.


1 comentario:

Anónimo dijo...

"... en un mundo que naufragará si no defendemos cualquier forma de vida natural ..."

Bonito post. Me alegra saber que aún queda gente como tú en este mundo de locos.

;)

Sherezadee.

"Lo peor de las malas personas es que nos obligan a dudar de las buenas"